Hay algo que me gusta en la agonía, y es que sé que es verdad ... los hombres no simulan convulsiones, no imitan el dolor.
Unos ojos se vidrian, y es la muerte.
Imposible fingir las gotas de sudor sobre la frente que la inhábil angustia va ensartando.
Andar siempre a su lado, siendo la más pequeña de los dos.
Mi cerebro es el suyo y mi sangre es su sangre.
Dos vidas que ahora son un solo ser.
Siempre participar de su destino.
Tratándose de penas, casi todas, y si son alegrías apartarlas para ese corazón al que amo tanto.
Toda la vida para conocernos, aunque nunca sabremos nada de Él, y luego una mudanza, lo que llamamos Cielo, arrebatados de cualquier cercanía de los hombres, descubriendo lo que nos confundía
... sin ningún repertorio de palabras.
Unos ojos se vidrian, y es la muerte.
Imposible fingir las gotas de sudor sobre la frente que la inhábil angustia va ensartando.
Andar siempre a su lado, siendo la más pequeña de los dos.
Mi cerebro es el suyo y mi sangre es su sangre.
Dos vidas que ahora son un solo ser.
Siempre participar de su destino.
Tratándose de penas, casi todas, y si son alegrías apartarlas para ese corazón al que amo tanto.
Toda la vida para conocernos, aunque nunca sabremos nada de Él, y luego una mudanza, lo que llamamos Cielo, arrebatados de cualquier cercanía de los hombres, descubriendo lo que nos confundía
... sin ningún repertorio de palabras.