El rincón de un paisaje que al despertarme todas las mañanas -justo entre la cortina y la pared, igual que una ancha grieta, como una celosía que me aguarda- aborda mis recién abiertos ojos ... es tan sólo una rama de manzano que cruza oblicua el cielo.
Los perfiles de alguna chimenea,
la colina de frente,
a veces como un dedo una veleta ...
pero eso solamente alguna vez.
Cambian las estaciones esta imagen, lo mismo que mi rama de esmeralda.
Al despertar no encuentro ya esmeraldas ... solamente diamantes que la nieve me trae de los polos.
Pero la chimenea y la colina, y el dedo que remata el campanario ... no se mueven de allí.
Hacemos esta prueba como de una delicia que nos quitan, es la felicidad como homicidio, omnipotente, intensa.
No se suelta el puñal porque amamos la herida, y el puñal nos recuerda que morimos.
Los perfiles de alguna chimenea,
la colina de frente,
a veces como un dedo una veleta ...
pero eso solamente alguna vez.
Cambian las estaciones esta imagen, lo mismo que mi rama de esmeralda.
Al despertar no encuentro ya esmeraldas ... solamente diamantes que la nieve me trae de los polos.
Pero la chimenea y la colina, y el dedo que remata el campanario ... no se mueven de allí.
Hacemos esta prueba como de una delicia que nos quitan, es la felicidad como homicidio, omnipotente, intensa.
No se suelta el puñal porque amamos la herida, y el puñal nos recuerda que morimos.