domingo, 22 de julio de 2012

Muros de Amor

A los muros de Amor vuelven los ojos; del jardín que se intuye al otro lado proviene una melodía antigua que ensancha la luz, hiere la carne y ... traspasa la memoria.
A sus pies, a la amargura del dulce asedio, han acudido reyes, sabios, doncellas, cretinos, taimados, espíritus sin paz, asesinos, tahúres, borrachos y mercenarios. Algunos sólo conocen la gris melancolía de los paisajes del Norte ... y otros han dejado en el camino los últimos jirones del Mediodía. Hay peregrinos que borraron su nombre en las arenas derrotadas del desierto, algunos traen selvas en los labios ... hojarasca entre los dedos ... tatuajes de un tiempo sin horas en los brazos ... dorsos de alheña ... pupilas de ventisca.
Otros se rompieron la piel contra el salitre en el intento loco de gobernar locas naves sin gobierno. Los náufragos ... los que se descuajaron junto a las cuadernas y los mástiles en mitad del océano sin conciencia ... acarrean a los hombres el sueño quimérico de los libros y las playas, arrastran madera de deriva y ... cofres de nostalgia innumerable. Los culpables, irredentos cincelados en guerras nocturnas ... buscan la expiación que las calles les negaron. Las caravanas han detenido aquí su paso, han plantado sus tiendas frente a las fuentes siempre frescas. Las damas tejen el cuento sin principio, aguardan la señal ... hilan la ceremonia.
Suenan zanfoñas y vihuelas.
Leves pasos rozan la penumbra. Los actores y los tramoyistas se confunden con aquellos que ... sencillamente vinieron a observar. Se agita en un temblor febril el escenario, crujen como nieve virgen los tablones, el telón se desliza y ... rompe a hablar el verso.

jueves, 19 de julio de 2012

Wordsworth

IX

Así como a veces vemos una piedra enorme
apoyada en el pico de una cima calva
y todos los que la encuentran se maravillan
de cómo pudo llegar allí y de dónde;
hasta el punto que parece dotada de sensibilidad
como una bestia marina que se hubiera arrastrado
hasta reposar en un saliente de roca o arena, para tomar el sol;

X

así, en su vejez extrema, el hombre no parecía muerto
ni vivo del todo, ni completamente dormido;
su cuerpo se doblaba, su vida peregrina
le había acercado la cabeza a los pies;
como si una horrenda constricción de dolor, o rabia
enfermiza, experimentada desde un pasado remoto,
un peso sobrehumano, hubiese curvado su esqueleto.