viernes, 20 de febrero de 2015

Aquello que aprisiona un cinto

Aquello que ciñó su delgada cintura
ataré yo en mi frente alborozada;
ni un solo rey negara su corona
para hacer con sus brazos lo que pudo este cinto.
Era la esfera extrema de mi cielo,
la cerca que guardó a mi ciervo lindo;
mi alegría y mis cuitas, mi amor y mi esperanza
giraban en su círculo.
¡Angosto espacio!. Mas allí moraba
cuanto en el mundo existe de bondad y hermosura.
Dadme lo que este cinto aprisionaba
y quitad lo demás que el sol, rodando, alumbra.

viernes, 6 de febrero de 2015

Mi mundo se ha ido por el puto desagüe

Muriendo, dejaste la gran tristeza de lo Eterno en mi vida.
Pintaste el horizonte de mi pensamiento en los colores de ocaso de tu despedida, y regaste un rastro de lágrimas por la tierra, que llegaba al cielo del amor.
En tus amados brazos la vida y la muerte se unían en mi como en un casamiento.
Me parece estar viéndote en vela en el balcón ... allí donde se encuentran el comienzo y el fin de todas las cosas.
Mi mundo se fue por las puertas que abriste, poniendo en tus labios la copa de la muerte, que llenabas de la vida de los tuyos.
Cuando, muriendo tu, moriste en todo lo que estaba fuera de mi, te desvaneciste de las mil cosas del mundo para renacer plenamente en mi pena ... y sentí que mi vida se había hecho perfecta, que hombre y mujer eran ya uno en mi para siempre.
Querido, pon orden y hermosura en mi vida desamparada ... como los pusiste en mi casa cuando vivías.
Barre de mi las sombras polvorientas de las horas, llena mis tinajas vacías ... repasa todo lo descuidado.
Cuando todo esté ya listo, abre la puerta interior del santuario y, quizá, volvamos a encontrarnos en silencio ante nuestro Dios.