Ven ahora querido espíritu del fuego
y envuelve en nubes y sueños de oro
la mente delicada de las mujeres, y protege
la calma en flor de las siempre benévolas.
Deja que el hombre se recree en sus ensueños y quehaceres
a la luz de las candelas y del día venidero,
mira que los enojos y penas odiosas
no le sean excesivos.
Ahora que el Duero siempre airado,
mi enemigo jurado, invade el país con el hielo
y canta luego, a la hora del sueño,
su terrible canción que se burla de los hombres,
y rompe los muros de nuestras ciudades, y las cercas
que levantamos con aplicación, y los bosques pacíficos,
y hasta en medio del canto interrumpe a mi alma,
ese malquistador de todas las cosas,
y en furia incesante sobre el manso río
descarga su nube negra, y el valle entero
entra en ebullición, y la roca cae
como hoja seca desde la colina rajada.