jueves, 11 de enero de 2024

Poema a la muerte

Los poemas a la muerte son un engaño.
La muerte es la muerte.
Un viento suave sobre la nieve
licua muchas clases de sufrimiento.
Desecho el pincel.
De aquí en adelante le hablaré 
a la luna cara a cara.
Mi viejo cuerpo:
una gota de rocío que ha crecido
en la punta de una hoja.
Mi único deseo es vivir 
en la capital de la no-acción.
Abismos de frío, 
insondable rugido del océano.
Qué triste: las flores del cerezo
se vuelven nubes que
vienen a saludarme.
Un último pedo:
¿son éstas las hojas
de mi sueño, cayendo, vanidosas?
¿Una palabra de despedida?
La nieve que se derrite no huele.
Suya, atentamente.

martes, 2 de enero de 2024

La luna y otras paparruchas

Así muere la luz del día.
La luna ha menguado por completo, ni las primeras estrellas pueden ya eclipsarla.
Pero, ¿qué es del amor que se supone ha de descartar el terror recurrente del último cuarto de la luna?
¡Niño, coge mi mano!
Bésala, dedo a dedo.
¿Puede apagarse el amor verdadero?
No temo la muerte, sino sólo dar pena,
y el olvido del vocabulario intemporal del amor,
y que acabe la poesía con el loco avión de la muerte
como una exhalación por el cielo.
¡Niño, coge mi mano!