sábado, 22 de noviembre de 2014

Breve beso de la espera

Lector ... ¿recuerdas haber respirado con toda el alma, al olfato sumisa, el vago incienso que aroma una misa o de un saco el almizcle inveterado?
Mágico encanto, que, agudo, improvisa en el presente el valor del pasado.
Así el amante ... en el cuerpo dorado ... coge la flor del recuerdo indecisa.
De sus cabellos untuosos y graves, saco viviente, incensario de alcoba ... salía olor africano de loba.
Y de sus trajes flotantes y suaves ... donde la flor de su cuerpo se hospeda ... un vaho tibio de forros de seda.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Noche ...

Muchas veces en mis noches oigo los gritos del roce de tus manos, aunque ellas no sepan lo que dicen.
Siento el tartamudeo de tus brazos, que, de no hablar así ... no se hubieran colgado a mi cuello.
Eres como ese rocío que gotea y deja su  perfume en la oscuridad ... irrumpes en mi cuerpo como el oleaje y mi sexo se ahoga bajo la marejada de tu simiente.
Eres esas palabras que tropezaron en el temblor de mis labios.
Esa sombra de arrebatada pasión ... de tus ojos oscuros.
Te posas levemente sobre mi cuerpo y yo ... me precipito y quiero destrozarte y esparcirme ... en un vértigo de cuerpos que no saben donde comienzan y terminan.
Quiero que ardas en la hoguera de mis deseos ... que fluyas en todas las corrientes de mi cuerpo.
Quiero que reconozcas mi cuerpo, que nada te sea desconocido ... que navegues por mis arterias.
Quiero tus besos, tus caricias, tu pene, tu traspiración, tu risa, las palabras nunca dichas, los mas secretos anhelos ... que sea todo mío ... sin pertenecerme.
Mi día ha terminado al fin, y ahora, en mi noche ... vengo a decirte que he amado tu mundo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Epílogo para un libro condenado

Eres cielo de otoño, rosado y misterioso; pero como la mar, vasta, me envuelve mi dolor, y, al retirarse, deja en mi labio moroso de sus limos amargos el punzante escozor.
No palpes con tu mano mi pecho dolorido, lo que buscas no existe, saqueáronlo ayer los dientes y la garra feroz de mi amante.
No tengo corazón, las fieras lo han comido.
Entró en mi alma, tras una lucha ruda, la turba, y canta y bebe y se mata señuda.
Qué perfume rodea tu garganta desnuda ...
belleza, ¿qué hacer?, tú lo quieres, tú imperas.
Con tus ojos de fuego, brillantes como hogueras, calcíname estos restos que han dejado las fieras.