El se fue de madrugada.
Mi pensamiento quería consolarme diciéndome: "Todo es vanidad."
Me enfadé y le dije: "Esa carta sin abrir, con su nombre, y este abanico de palma, que sus propias manos ribetearon de seda roja, ¿no son verdad?."
Pasó el dia, vino mi amigo y me dijo: "Todo lo bueno es verdadero, y no puede perecer."
"¿Lo sabes tú? -le pregunté impacientándome- ¿No era bueno este cuerpo que ya no vive para el mundo?"
Como una niña enfadada que lastima a su propio padre, quise destrozar todos los nidos que yo había tenido en mí y alrededor de mí; y gritaba: "¡La vida es una traidora!"
De pronto, sentí una voz que decía: "¡Ingrata!"
Miré por la ventana, y el cielo, salpicado de estrellas, parecía reprocharme: "¡Estás derramando en el vacío de mi ausencia tu fe en la verdad de mi venida!"
En la obscura inquietud de esta mañana, mudos los pájaros cuyos nidos sacude el vendaval, estoy sentada sola preguntándome: "¿Dónde está él?"
Se fueron los días en que nos sentábamos muy apretados uno contra otro, a reir y bromear; cuando lo asombroso de la majestad del amor no encontraba, en nuestras vidas, palabras que decirnos.
Yo era una niña; y el dejaba pasar los momentos ... burlándose de mí con su dulce charla punzadora.
El nombre con que me llamaba cubrió, como un jazmín florecido, los diecisiete años que duró nuestro amor. A su son se mezclaba el estremecimiento de la luz entre las hojas, el color de la yerba en la noche de lluvia, el triste silencio de las últimas horas de tantos días ociosos.
¿A quién busco? no se. Y como nubes abandonadas del anochecer, voy en la obscuridad sin sendas, que se hunden en el olvido.
Hoy deseo en vano que esté conmigo en esta negrura de la tormenta que viene
... para sentarlo en la soledad de mi alma.