sábado, 30 de enero de 2016

Hemos viajado lo bastante como para dar rienda suelta a nuestras lágrimas

A los seis años vivía en un cementerio lleno de muñecas, evitándome a mí misma, mi cuerpo, sospechoso en su casa grotesca.
Hablaré de las pequeñas crueldades de la infancia ... siendo la tercera hija, la última entregada y la última recogida, cuando cada noche me desnudaba.
El yo que se negaba a chupar los pechos que no podía complacer
El yo cuyo cuerpo creció inseguro
El yo que pisaba las narices de las muñecas que no podía romper.
Pienso en ellas ... tan bien hechas ... tan perfectamente ensambladas mientras las apretaba contra mí; su piel suave y esos graves ojos de porcelana azul.
Venían de un país misterioso sin el dolor del nacimiento ... nacidas bien y en silencio.
Cuando quería hacer visitas ... el armario es donde ensayaba mi vida. Me escondía en él como quien se recoge en un árbol y crecía en el como una raíz, planeando el vuelo ... creyendo que llevaría mi cuerpo al cielo.
Y aunque no estaba cualificada, estaba segura de llegar allí o al menos subir como un ascensor.
Con esos sueños, guardando mi energía como un toro, planifiqué mi crecimiento y mi femineidad ... como alguien coreografía un baile.
Me quedaba sentada durante todo el día metiendo y encajando mi corazón en una caja de zapatos: recostada en silencio ... guardando mi pequeña dignidad.
No conocía a la mujer que sería ni que la sangre florecería en mí cada mes como una flor exótica; ni que los niños saldrían rompiendo de entre mis piernas, respirando despreocupados en su pequeña belleza.
No sabía que la vida, al final, pasaría sobre mi como un camión y todo lo que se mantendría de aquel tiempo en que tenía seis años sería un pequeño agujero en mi corazón ... un ángulo muerto en el oído ... para que pudiera escuchar con más claridad lo enmudecido. 

3 comentarios:

  1. Podría, en vez de Henrik Ibsen, haber escrito para ella "La casa de muñecas", sin embargo le dedicó su último guión "The Misfits" (1960) no como acto de amor si de desprecio. Ya estaba viviendo con Inge Morath desde el 58.
    Si, Arthur Miller su marido (1956-1961)

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  2. ¿Te susurró la vida en el desierto de Nevada en el rodaje de la pelicula...?
    Más cruel aún que la del cementerio de las muñecas...

    Slaapwel, het is tijd om te rusten...verjaag je zorgen en laat je dragen door de wolken van je dromen...

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  3. Todo en su vida es susurros, no podía ser menos conmigo en un ambiente tan "cargado" como el rodaje, donde todos y todo estaban sobrepasados.
    Navigeren door de sterren ... Nacht

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