jueves, 27 de agosto de 2015

A la tierna infancia

Nunca hagáis befa del niño, simple de él, que se figura espléndido y gran cosa en su caballo de madera, vosotros los buenos; también nosotros andamos escasos de hechos y sobrados de ocurrencias.
¿Acaso nace, como el rayo de la nube, inspirado y maduro el acto de la idea?
¿Sigue el fruto, como al obscuro follaje del bosque, al escrito callado?
Y el silencio en la gente, ¿es ya la celebración antes de la fiesta? ¿El temor que anuncia al dios?
Entonces llevadme amigos a que expíe la infamia.
Demasiado hace que ando errante, cual profana, por este taller en ciernes del espíritu creador, lo que florece, eso sí lo veo, de lo que trama ... no me entero.
Y presentir es dulce, pero también un dolor, ya son bastantes años que vivo en mortal amor incomprensible, en duda, siempre conmovido ante él, ese que, siempre con ánimo amoroso, a mi lado, sonriendo a lo mortal donde titubeo, avanza la tarea constante de hacer madurar la pura profundidad de la vida.

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