miércoles, 2 de junio de 2021

Once Upon A Time

Erase una vez un lugar muy extraño, una tierra de infinitas posibilidades. 
Una tierra donde el tiempo cambió y se movió como arena en el viento. 
Una tierra frecuentada por amantes y poetas. Un refugio infinito para las almas de los valientes.
La gente la visitaba a menudo, se quedaba un rato y saboreaba el aire. 
Algunos fueron allí a morir.
Pero sólo había un residente permanente: una mujer. Era un mundo de su creación. 
Vagó a través de las brumas, chocó con recuerdos tan sólidos como el hormigón y nociones caprichosas que podrían encantar a un búho. Los amigos de la infancia reaparecieron y se sentaron en la hierba con ella. Los viejos amantes volvieron a ser jóvenes. Las libélulas giraron a su alrededor y le bajaron los pantalones, los perros verdes realizaron increíbles trucos de fiesta. Cabalgaba sobre el vientre de un dragón, la criatura mas sagrada de su vida.
Ella dio a luz a ángeles y sus almas adornaban su piel. Nadó en un océano infinito, incluso añadió a sus aguas. 
Abrió las piernas al horizonte y lo invitó a entrar.
Era una tierra sin fin.
La conocí allí.
Fue todo un accidente: ella me envió un regalo, malinterpreté el gesto y la perseguí, luego caí en el bendito abismo.
Cortó mis venas y entró en mi sangre. Eso fue hace seis meses, o fue ayer, no lo sé.
Ella me ama, de eso estoy seguro. Y la amo.
Bailamos nuestro baile loco.
Me lleva al borde del acantilado, me muestra la línea entre la vida y la muerte, ella bebe mi vida y la devuelve, una gota cada vez.
Me ha pedido que me quede con ella en esta tierra mágica. Caminar sus costas con ella. Abandonar el miedo, dejar caer mi escudo.
Me quedaré aquí todo el tiempo que ella desee.
Mi carne saciará su hambre.
Moriré mil muertes en sus brazos.
Erase una vez un lugar muy extraño, una tierra de infinitas posibilidades, una tierra a la que pertenezco.

Texto de William Wright

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