martes, 12 de marzo de 2019

Una especie de tunel sin final

En la mar de milagros se navega en silencio.
¡Eh, piloto! ¿conoces esa costa que ignora el bramar de las olas, donde ya no hay tormentas?.
Un poniente tranquilo,
el velamen muy quieto,
bien sujetas las anclas ...
hacia allí te conduzco.
Grito: ¡tierra a la vista! ¡tierra! ¡la eternidad!.
Aún existe otro cielo siempre bello y sereno, y otro día con sol aunque allí sea obscuro.
Amiga, olvida los ajados bosques, olvida las campiñas silenciosas, hay aquí un bosquecillo con su verdor perenne, y un jardín con más luz que jamás tuvo escarcha.
En sus flores perpetuas oigo zumbar la abeja.
Te lo ruego ... ven aquí a mi jardín.

1 comentario:

  1. ... ya no luce su pelo ensortijado, que le daba semblante de muñeca gordinflona y rubicunda. Ahora se peina con melena, pelo estirado y sedoso y acude a la cantina de los estudios luciendo faldas plisadas que revolotean y se ajustan a sus caderas cuando camina, así como jerseys de angorina dos tallas inferiores a la suya haciéndola, pronto, popular entre camareros y electricistas.
    Un tropiezo casual en los pasillos del estudio, le permite conocer a Joseph Schenck, al que pronto llamará Joe.

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