martes, 17 de diciembre de 2013

Desde la retaguardia

 
Son agradables, desde luego. A nadie se le ocurriría examinar con lupa sus contratos, o guardar, por si acaso, las cartas bajo llave.
Amables y eficientes ... lo que vemos es lo que hay.
¿Qué falla si al convivir con ellos no deja de extrañarnos que haya tantos matrimonios felices y gente desgraciada?
No se pierden ninguna charla política, pues tienen inquietudes ... realmente quieren ayudar.
Con todo, mientras miran la tierra desde cualquier periódico ... ¿cómo no les aturde su horror y su locura, si nunca ... de eso estoy convencida ... sintieron una brusca apetencia de torturar al gato o desnudarse en público?
¿Desearon alguna vez, me pregunto con intriga, ver algún unicornio ... aunque estuviera muerto?
Quizá.
Pero no lo dirán, ignorando de tácito acuerdo nuestro anhelo de vida eterna ... ese enjaulado y censurable interrogante que irrumpe en ocasiones en meriendas campestres ... reuniones de antiguos alumnos y que sólo el chiste verde ... irónicamente ... se atreve a defender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario