jueves, 22 de octubre de 2015

Versos para ponerle música

No hay júbilo que el mundo entregue como el que nos arrebata,
cuando el fulgor del primer pensamiento declina con el
torpe ocaso del sentimiento;
no es de las tersas mejillas de la juventud el rubor solo, que se marchita tan pronto,
mas el tierno brote del corazón se va, antes de que pase la
misma juventud.
Luego, los pocos, cuyos espíritus flotan sobre el naufragio de
la felicidad,
se ven empujados hacia los bajíos de la culpa o el océano de
los excesos:
el imán de su rumbo desaparecido, o sólo señala en vano
a la playa hacia la cual su vela flameante nunca más se tensará.
Luego la frialdad mortal del alma como la muerte misma
desciende;
no puede dolerse de los pesares ajenos, ni se atreve a imaginar
el suyo propio;
ese pesado frío ha helado la fuente de las lágrimas nuestras,
y aunque los ojos aún puedan brillar, en ellos el hielo aparece.
Oh, si pudiera sentir como sentía o ser lo que he sido,
o llorar como una vez llorar podía, sobre muchas escenas
desaparecidas;
como los arroyos que al encontrarlos en el desierto, dulce
parecen, aunque salobres sean,
así, en medio del marchito desecho de la vida, esas lágrimas
a mí fluirían.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario