domingo, 18 de enero de 2015

¿Qué dirás esta noche, alma mía terrenal?

Hay perfumes que en toda sustancia material hallan poros.
Diríase que filtran el cristal.
Cuando abrimos un cofre que nos viene de oriente y cuya cerradura rechina agudamente, o en un cuarto desierto, un armario escondido lleno del acre olor del tiempo, envejecido, encontramos, a veces, un frasco que aún envuelve el perfume inextinto de un alma que nos vuelve.
Vagas ideas ... como abatidas crisálidas sobre él dormían en las tinieblas, inválidas, y al cogerlo se escapan en un vuelo sonoro, tintas de rosa, envueltas de azul ... láminas de oro.
He aquí el recuerdo:  pasa por el aire triunfante ... cierra nuestras pupilas ... vértigo deslumbrante se apodera del alma y la empuja a dos manos ... al abismo en que duermen los dolores humanos.
Ella contempla el negro abismo centenario, y como embalsamado que rompe su sudario ... se le desvela el mudo cadáver espectral de un viejo amor, ya rancio ... discreto y sepulcral.
Mañana, cuando extintos mi dolor y mi estro, yo esté hundida en el fondo del armario siniestro, y los hombres me olviden y me arrojen con asco ... decrépita, viscosa, sucia como hendido frasco ... yo he de ser tu sepulcro, testigo de tu fuerza y de tu virulencia.
 

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