lunes, 20 de octubre de 2014

Amo el recuerdo de las desnudas edades

Allá, en el centro del versículo, urdían extrañas aves carátulas alegres, o bien trágicas máscaras que el espanto azuzaba sobre el corral de viejas comedias de domingo.
El gallardete indica qué viento reina trémulo mientras el pueblo escucha las historias perplejo.
No el actor que así salta y entona cascabeles ... y de súbito expira, o canta en su viola ... es el que representa.
Los atónitos ojos.
Los oídos atentos al ancho derrumbarse del cántico, pueblo que ya silencia tanta acción contemplada sobre las tablas altas ... es quien vive o fenece recibiendo el mensaje ... del coro enmascarado que así asedia la vida.
Leccionario de altivas oraciones, el hombre escucha el acto primero.
La luz es blanca ... porque siempre la exposición de aquello que acontece debe ser claro.
Le ofrecerán los seres que inician la osadía de inventarse un destino, como si fuera lícito esto de andar a tientas enhebrando otras vidas con la nuestra que a solas ara su estrecho campo.
Invitación a otro porvenir ... la meditada comunión entona su soledad diabólica ... porque fuimos de niños ya apartados en aquella avalancha que la sangre sembrara.
Luego se tornasola una luz de negrura ... porque el nudo del acto segundo representa sólo el caos.
Aquí ponen las gentes sus rostros entre azogues y avizoran un lento peregrinar de túmulos.
Ya se enciende liberta la roja luz del trance.
Nunca adivina el hombre otras claras promesas que no sea el saberse compartido en su angustia.
Y allá el bufón saluda, mientras cae el telón, muerte, del desenlace.

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