jueves, 17 de octubre de 2013

Amor es bestia, es poeta ...

Mi corazón es un río sin fondo ... un torrente airado ... ¿cómo puedo arrojar mi nombre a la tentación del agua?
No hace mucho tiempo, quizá a mediados del siglo XVII, vivía una mujer llamada Uneme, en una casita situada en el barrio del placer.
Un monje se enamoró de ella y empezó a visitarla con frecuencia. Pero su madre no veía con buenos ojos la relación y utilizó diversas tretas para impedir los encuentros.
El monje, incapaz de sobrellevar aquella separación, se suicidó.
Al enterarse de su muerte, Uneme huyó de la casa y se arrojó al Lago del Espejo.
Tanto el vencedor como el vencido no son sino gotas de rocío, sino el resplandor de un rayo ...
Así deberíamos ver el mundo.

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