Acércate despacio, Paraíso.
Unos labios a ti no acostumbrados
liban tímidamente tus jazmines
como la abeja lánguida.
Rozan su flor sin prisas,
zumban mientras recorren su aposento,
examinan sus néctares
y entran
para perderse en sus perfumes.
Bajo un velo tan tenue el pensamiento
se ve más claramente;
como en el encaje saca a luz las olas,
como los Apeninos entre tinieblas.