viernes, 5 de abril de 2013

Mi horizonte azul

De nuevo siento en mi pecho un vacio devorador que sólo colma el calor de tu cuerpo abrazando al mío.
Necesito reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo su sentido. Gracias a ella, somos lo que somos, uno por el otro y uno para el otro. Te escribo para comprender lo que he vivido.
El comienzo de nuestra historia fue maravilloso, casi como un flechazo. Ignoraba qué vínculos invisibles se tejian entre nosotros.
En nuestra primera cita, por fín, te besé.
No teniamos prisa.
Te desnudé con cuidado. Y descubrí, maravillosa coincidencia de lo real con lo imaginario. El fulgor nacarado de tu cuerpo iluminaba tu rostro. Durante mucho rato contemplé, muda, ese milagro de vigor y suavidad.
Tú me enseñaste que el placer no es algo que se tome o se dé, sino una forma de darse y demandar la propia donación del otro. Nos entregamos mutuamente por completo.
Pero todo esto no puede explicar el vínculo invisible que hizo que nos sintiésemos unidos desde el comienzo. Por más que fuéramos profundamente diferentes, no dejaba de sentir que algo fundamental nos era común, una especie de herida originaria.
Me basta con aceptar vivir lo que vivo, con amar por encima de todo tu mirada, tu voz, tu olor, tus finos dedos y tu modo de habitar tu cuerpo, para que todo el futuro se abra ante mí.
Tú me has suministrado la posibilidad de evadirme de mí misma y de instalarme en un lugar distinto cuyo mensajero eres tú. Contigo, podría dar vacaciones a mi realidad.
Eres el complemento de la irrealización de lo real.

No hay comentarios:

Publicar un comentario