Guarda el galán, apriétalo en el libro.
Que sopesado intercale con sus hojas
la fulgurante grandeza de un reino
que por tuyo albergará eternizado.
Competirá el beso con tus páginas
perfumando el remanso progresivamente
entre el silencioso abrazo
del amante preciso de su especie.
No responderán ni tallo ni corola
a almizcle de revestimiento permeable alguno
de estropajosa vana cosmética.
La realidad de su intransferible exclusiva
tajantemente extraña de mortaja queda.
Así, el color, su intimidad, no perderá suspiro.