Los poemas a la muerte son un engaño.
La muerte es la muerte.
Un viento suave sobre la nieve
licua muchas clases de sufrimiento.
Desecho el pincel.
De aquí en adelante le hablaré
a la luna cara a cara.
Mi viejo cuerpo:
una gota de rocío que ha crecido
en la punta de una hoja.
Mi único deseo es vivir
en la capital de la no-acción.
Abismos de frío,
insondable rugido del océano.
Qué triste: las flores del cerezo
se vuelven nubes que
vienen a saludarme.
Un último pedo:
¿son éstas las hojas
de mi sueño, cayendo, vanidosas?
¿Una palabra de despedida?
La nieve que se derrite no huele.
Suya, atentamente.
... cuando Marilyn pisa de nuevo tierra americana, la actriz comenta con amargura en relación con sus difíciles relaciones con Laurence Olivier: "Yo creo que me odiaba. Me lanzaba miradas siniestras, incluso cuando sonreía. Yo estaba enferma la mayor parte del tiempo, pero él no me creía o no le preocupaba. El espectáculo debía continuar y todo eso. Yo lo intenté. De veras". Detrás suyo Arthur Miller sentía cada vez mayor y más pesado el fardo de la gloria.
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