Cuando despertaron en mi corazón
las primeras canciones de la juventud,
creí que venían a jugar con las flores matutinas.
Cuando abrieron sus alas
y se fueron volando por el yermo,
me pareció que tenían el espíritu del verano,
el que cae con repentino tronido de tormenta,
y se derrocha del todo, riendo;
creí que habían sido llamadas
locamente por la tempestad,
para que se precipitaran
y se perdieran mas allá del país del sol poniente.
Ahora que, en la luz del anochecer,
veo la raya azul de mi horizonte,
se que mis palabras son la barca
que me ha traído al puerto,
a través de la mar alborotada.