Esta mariposa que cruza el cielo,
que no sabe su nombre
y que no paga impuestos
ni tiene casa alguna,
es tan alta como tú y como yo,
y aún un poco más alta, me parece.
O sea que alza el vuelo, no te quejes
y laméntate así.
Nunca llegamos a saber al irnos
que nos estamos yendo,
y bromeamos al cerrar la puerta;
en seguida el Destino echa el cerrojo.
Y no vuelve a haber nadie a quien hablar.