Tú que siempre me juzgas y condenas, suspende la sentencia un solo instante:
que al morir me merezca ver la cara por la que entonces dejaré la vida.
Los que entonces morían sabían bien lo que les esperaba:
quedarse para siempre a la diestra de Dios.
Ahora que su mano está amputada, a Dios no hay quien le encuentre.
Renunciar a creer nos disminuye.
Mejor un fuego fatuo que falte toda luz.
que al morir me merezca ver la cara por la que entonces dejaré la vida.
Los que entonces morían sabían bien lo que les esperaba:
quedarse para siempre a la diestra de Dios.
Ahora que su mano está amputada, a Dios no hay quien le encuentre.
Renunciar a creer nos disminuye.
Mejor un fuego fatuo que falte toda luz.
... durante el largo rodaje, la actriz conoce a quien será junto a Anton Lavey y Nico Minardos, uno de sus escasos amantes juveniles. Todavía no había cumplido veinte años, se llamaba Eddie y era hijo del veterano Edward G. Robinson, famoso por su papeles de gángster. Era íntimo amigo de Charlie Chaplin Jr., que era quien le había presentado a Marilyn y como Charlie, padecía el peso de un padre famoso y dominador, que les había minado la personalidad.
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