Fíjate bien en el tan sabio Orión
hasta que te eches a perder los ojos;
cuando desaparece deslumbrante
sigue a la misma altura.
Te dejaré dormir,
y encomiendo al Señor
que haga suyo tu polvo.
Y si vives y aún no has despertado,
a Dios pido que te complete el alma.
Da lo mismo donde vivan los santos,
harán que sea hermoso aquel lugar.
Ya ves qué firmamento tan magnífico
acompaña a una estrella.
En todos los dominios no podemos
acrecentar lo que es nuestro tamaño.
Pero la magnitud que había en Cristo
le hizo resucitar.